Foto:cortesía de Fernando Lavanderos
Por: Vadik Barrón El realizador chileno Fernando Lavanderos participa en Lakino 2013 con “Las cosas como son”, una película que ha girado por festivales europeos y se estrena en Alemania. Ciberandes lo entrevistó en su visita a Berlín.
Han transcurrido nueve años desde el estreno de “Y las vacas vuelan”, una “mezcla de ficción y documental que partió siendo una película independiente, hecha artesanalmente con una cámara y dos personas que salían a la calles a grabar”. A la película le fue bastante bien, “ganó el Premio Especial del Festival de Cine de Valdivia, se hizo un nombre y se terminó estrenando en los cines” recuerda Lavanderos sobre su primer largometraje.
El 2013, después de recorrer algunos festivales europeos, el director chileno estrena en Alemania “Las cosas como son”.
Fernando Lavanderos: La película trata acerca de la confianza, que es un tema trascendental porque yo pienso que en la sociedad chilena, y globalmente también, la confianza es un valor cada vez más desprestigiado, más vilipendiado. Al revés: te dicen que no tienes que confiar en la gente, porque si no te pueden hacer daño o puedes salir perjudicado. Y al mismo tiempo [la película] habla sobre la segregación social que existe en una ciudad como Santiago, donde la división y la segmentación es brutal: los ricos viven atrincherados con los ricos y los pobres viven atrincherados con los pobres, y las diferencias son muy abruptas, son pequeñas esferas cerradas, hay mucho prejuicio, mucho clasismo, mucha desconfianza. No hay cruce de clase sociales y tampoco hay lugares para que lo hagan, y eso le hace muy mal a una sociedad muy dividida, muy fragmentada.
Ciberandes: Por nuestras realidades, por nuestra historia, lo social y lo político siempre han atravesado el cine latinoamericano, desde el cine ¿cómo ves que se tratan estos temas tanto en Chile como en Latinoamérica?
F.L. Yo creo que el cine de alguna manera refleja la realidad, el acontecer de las sociedades y claro, en Latinoamérica hay siempre una convulsión social y política porque hay mucho por hacer. Yo lo grafico como que en Latinoamérica somos peatones que nos quedamos abajo y que estamos corriendo detrás del tren, tratando de agarrar ese tren, puede ser Estados Unidos o Europa y creemos que hay que alcanzarlo, subirnos a ese tren porque es la única alternativa.
CA. A veces no sabemos ni adónde va…
F.L. No sabemos, ¡pero hay que subirse!, entonces siempre estamos corriendo, llegando tarde a un tren que nunca vamos a alcanzar, en vez de tomar otro vía o de decir: “sabes qué: vamos caminando por acá tranquilos” y tomar otra ruta o agarrar la bicicleta o el medio que sea, no tiene porqué ser ese tren que no va ningún lado o quién sabe a dónde va. Ese es un problema inherente a nosotros los latinoamericanos y eso acarrea todo el resto: la desigualdad, la fragilidad social. Entonces, eso claramente repercute en distintos puntos de vista que se ven reflejados en el cine, y tienen que estar: el cine tiene que ser un espejo de la realidad y tiene que servir para mirarnos, para analizarnos, para cuestionarnos. No todo el cine latinoamericano es cuestionador o social, por así decirlo, pero sí hay muchas películas y es natural que así sea porque hay muchas cosas pasando en Latinoamérica y eso también la hace interesante. Porque aparte de las desigualdades, de la precariedad, también hay una riqueza humana impresionante, hay una diversidad muy fuerte y una ebullición de acciones de gente que quiere expresarse de alguna u otra forma. Pienso que eso siempre hace de Latinoamérica un territorio muy interesante e inabarcable.
CA. ¿En qué proyectos estás involucrado actualmente?
F.L. Ahora estoy haciendo una nueva película, estamos terminando el guión. La película trata acerca de una pareja de clase media que vive en Santiago y que vive con todo el sistema consumista de la sociedad moderna, que en Santiago es muy fuerte, viven endeudados, con varias tarjetas de crédito que no pueden pagar, con la apariencia en torno a la ropa que hay que tener o cualquier cosa que esté de moda, y de un momento a otro ella se va. Él la sigue por pueblos pequeños del norte de Chile donde él va siguiendo los rastros que ella deja y al mismo recordando la relación que tienen. Es una “road movie” que se llama “Un lugar para quedarse”.
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