Por: Javier Mardones La falacia nacionalizadora. La década de las vacas gordas llega a su fin. En este contexto, los tres grandes de América Latina – Brasil, México y Argentina, en ese orden – se aprestan a reformular sus estrategias energéticas para seguir atrayendo inversión y, con esto, financiar sus ambiciosos proyectos de desarrollo social.
Tomando en consideración los ineludibles problemas de la región – desigualdad, pobreza, corrupción y alta criminalidad -, la década de 2003 a 2013, fue fantástica. La historia ya es conocida: muchos de los productos que exportamos se elevaron a niveles históricos gracias al ya consolidado despegue de economías como las de india y la china. ¿Pero qué pasará ahora que los precios vuelven a la normalidad? ¿Será hora de apretarse el cinturón? ¿Resistirán las frágiles democracias latinoamericanas una década de austeridad? Nadie lo sabe. Es por esto que con la incertidumbre como telón de fondo, Brasil, México y Argentina ya están planeando cómo seguir generando crecimiento y, por ende, financiamiento a sus distintas – y diversas – necesidades.
El caso de México está en el ojo del huracán. De todos los grandes frentes que tiene el Presidente Peñanieto, la reforma energética parece ser la llave maestra. De lograr conseguir los recursos para explotar los posos a más de dos mil metros bajo el mar que hay en el Golfo de México, el Gobierno podrá contar con más recursos para combatir el narcotráfico y dinamizar la alicaída economía mexicana. No obstante, Pemex no cuenta con los recursos para sacar provecho de estos yacimientos. Privatizar es la única opción que tiene. Peñanieto, su partido y la oposición, así lo creen. No obstante, “vender” el petróleo es un tema que despierta mucha resistencia entre muchos mexicanos y el PRD, otro partido de oposición. Una vez más, la idea de retener el petróleo bajo el poder del Estado responde más a razones de corte político que económico. La premisa anti privatizadora es argumentada desde la reivindicación histórica, el antiimperialismo, el poder soberano de los pueblos, etc. No obstante, no presentan ninguna salida al ineficiente desempeño y alta corrupción que genera el hecho de que Pemex sea una empresa “de todos los mexicanos”.
En la Argentina sucede algo muy similar. Durante el año 2012, la presidenta Cristina Fernández, nacionalizó la empresa YPF tras saber que la sureña provincia de Neuquén poseía uno de los yacimientos más grandes del mundo de gas y petróleo esquisto del mundo. Tras una larga polémica, la empresa española Repsol debió retirarse del país y abandonar su participación en YPF. No obstante, a más de un año de esa decisión, y con la producción aún cayendo, y convirtiendo a Argentina en un país cada vez más dependiente de la importación de energía, el Gobierno tuvo que salir en busca de nuevos inversionistas para costear la excavación de las fosas. Ya hace unos meses lograron algo de capital (1,5 billones de dólares) de parte de Chevron, que obviamente no es propiedad del estado argentino, ni de capitales argentinos. Ahora, con la indemnización a Repsol (casi la mitad de lo que pedía la empresa española en las cortes internacionales), buscan ganar una posición un poco más creíble para atraer nuevos inversionistas, ya que de momento, la capacidad de YPF daría sólo para explotar un tercio del petróleo y el gas disponible. Como nota al margen, cabe mencionar que Pemex, la empresa de petróleo mexicana, jugó un importante rol como mediador entre el estado argentino y Repsol para que ambos llegaran a un acuerdo. La razón de esto, es que Pemex es el tercer accionista de Repsol y en los últimos días ha manifestado públicamente su interés por participar en las excavaciones del yacimiento…
Por último, Brasil es el país en mejor pie para definir una estrategia energética a futuro. Desde mediados de los años 90, cuando Petrobras se abrió a inversionistas privados y se convirtió en la cuarta empresa petrolera más grande del mundo, Brasil se ha venido consolidando como una potencia energética de nivel mundial. Los yacimientos encontrados en las costas de Rio de Janeiro hace diez años, el desarrollo del etanol y su total autonomía en esta materia, ha permitido a los brasileños planificar sus presupuestos sin depender de los precios internacionales y convertirse en una plaza atractiva para inversionistas de todo el mundo. No obstante, y aún siendo Petrobras una de las empresas más grande del rubro, aún requieren de capital externo para seguir explotando los yacimientos de Pre-sal, llamados así por encontrarse bajo capas de sal de más de dos mil metros de espesor. Y si bien este es un proyecto que se llevará a cabo de todas maneras, ha sido mucho más lento y engorroso de lo que originalmente estaba pensado, dado en gran parte por la poca capacidad del estado brasileño para organizar esta inversión conjunta.
Como se puede ver, hay muchos mitos e informaciones soslayadas en torno a las “nacionalizaciones” o “ventas” de los recursos naturales. Tanto en México como en Brasil, ha habido protestas y demostraciones con el objetivo de oponerse a la opción de compartir los beneficios del petróleo con capitales extranjeros. En Argentina, por otra parte, la ciudadanía parece más satisfecha, pero sólo porque las informaciones han sido dadas de forma muy sesgada desde la Casa Rosada, haciendo ver lo que es un simple traspaso de propiedades de unos a otros, como una pomposa “nacionalización”. La verdad es que en los tres casos, a los gobiernos no les ha quedado otro que llegar a una vía mixta, en la que el Estado pueda rentar en algún porcentaje de los recursos, pero también con la ayuda y el “know how” de transnacionales experimentadas en estas actividades, y que aún más importante, cuentan con el capital necesario.
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