Por: Diego Mondaca / Mijal Bloch Berlín recibe, estrena y proyecta permanentemente cine producido en Latinoamérica. Desde ciclos y festivales ya institucionalizados hasta muestras independientes el cine latinoamericano llega a una audiencia cada vez mayor. Diego Mondaca (Bolivia) y Mijal Bloch (Argentina) comparten con Ciberandes sus filmes destacados del 2013.
Diego Mondaca, cineasta y productor boliviano.
2013 fue interesante para el cine latino que emprendió, ya hace más de 10 años, una campaña conjunta para formar y desarrollar su cinematografía. En este sentido tenemos a Chile como un gran ejemplo. Películas como “Gloria” de Sebastián Lelio (Premiada con el Oso de Plata a Mejor Actriz en el Berlinale Film Festival) y “No” de Pablo Larraín pusieron a Chile en las pantallas más importantes a nivel internacional y, por si fuera poco, hace unas semanas, su Instituto cinematográfico firmó un importante e inédito acuerdo con los gremios audiovisual y las salas de cine: el “Convenio de colaboración para el desarrollo y fortalecimiento de la industria cinematográfica chilena”, el cual busca ser un complemento a las líneas públicas de apoyo al audiovisual chileno. Sin duda es un ejemplo a seguir sobre lo bueno que puede resultar una gestión cultural en torno a la cinematografía.
También otros filmes latinoamericanos se fueron abriendo paso dentro de la crítica especializada, generando polémica como también gran satisfacción. “Workers” de José Valle (Panorama – Film Festival Berlinale 2013), historia donde los adultos mayores son retratados de una manera trágica y con futuro incierto al mismo tiempo que José Luis Valle se aproxima hacia la vejez y el trabajo logrando reflexiones a través de un humor exquisito y cruel con dos historias que se alejan en el destino pero se aproximan ante las consecuencias. “Heli” de Amat Escalante (Premio a Mejor Director en Festival de Cannes 2013), que no es sólo la historia de un muchacho de Guanajuato que lleva ese nombre. Heli es todos en México, es un estado de situación al que se ha llegado después de tantos años de narcotráfico. Tarde o temprano, o haces tu sacrificio por el cartel o tus vecinos te sacrifican a ti. Ambos filmes nos retratan un México desesperado y condenado por excesos.
Como las grandes sorpresas tenemos al tercer filme de la venezolana Mariana Rondón, “Pelo Malo”, que se llevó la Concha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián. Un duro relato sobre violencia e intolerancia enmarcado en los imponentes complejos multifamiliares de Caracas. Una historia sencilla, “chiquita”, como la misma directora la define, pero que refleja lo difícil del inicio de la vida de Junior y que poco a poco irá acumulándolas hasta crear intolerancias profundas. Y cómo no citar a “7 Cajas”, filme que, contrario al imaginario establecido por Paz Encina, refleja un Paraguay caótico, frenético y con una sonoridad difícilmente descifrable. El espectador se ubica frente a la lengua guaraní, pero un guaraní híbrido y sincrético. Es un cruce de thriller, drama y comedia dirigido a cuatro manos: Maneglia y Schémbori, en medio de un inmenso microcosmos en el que viven 500 personas y moviliza diariamente a más de cinco mil.
Así, con apenas estos ejemplos citados, podemos evidenciar que el cine latino lucha con todas sus fuerzas para no traicionarse, cuidando su escencia e impronta. Un cine poético y político, crudo en realidades y con niveles poéticos elevados. Nuestra madurez cinematográfica se aprecia y agradece y, evidentemente, desde muchos planos, Latinoamérica sigue siendo un foco de ideas y creatividades.
@DiegoMondacaG
Mijal Bloch, periodista y artista argentina.
Haciendo un poco de zoom out sobre las películas latinoamericanas que vi este año, hay una que para mí destaca en el panorama, una que todavía conmueve a nivel profundo. No es sólo la narrativa y/o el tema, sino la forma sutil en que forma y contenido se reúnen para darle vida a esta obra.
O que se move, de Caetano Gotardo, cuenta la historia de tres madres que sufren y cantan por la ausencia de sus hijos. Ante un género tan codificado como es el musical, este film propone una variante única, bella y madura. El director logró que cada momento exprese la delicadeza extrema de la experiencia de duelo. Y aunque no es un film perfecto, sí es muy sincero, con una increíble fuerza creadora: a veces no me adapté muy bien a los momentos de canto, pero en esos otros detalles, esos instantes de espera cuando las cosas se mueven, cuando los objetos y los cuerpos transitan la vida o la pérdida, ahí se percibe la maestría del film. El dedo que desliza un pequeño clip de oficina se convierte, de pronto, en la danza que preexiste la música.
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