Foto: Carlos Bertello
Por: Angel Verástegui Gubler
Hay algo de obsoleto en percibir a la cooperación internacional únicamente como un medio de auxilio para las poblaciones más vulnerables del planeta. En los últimos años, nuestras acciones se han diversificado y hemos llegado a entender que, en algunos casos, era necesario buscar otras vías para realizar nuestro trabajo. Por ello, creemos que una manera para conseguir un desarrollo duradero y sostenible es a través de la creación de nuevos mercados alrededor de productos que generen desarrollo.
No hace mucho, cuando comencé a trabajar en el sector del desarrollo humano a partir del acceso a energía para zonas rurales, encontraba pobladores que me preguntaban: “¿Ingeniero, dónde puedo comprar algo así?” refiriéndose a aquellos productos que llevábamos a sus hogares, por ejemplo, un sistema de iluminación pico-solar. Muchas veces, estas tecnologías no están al alcance del poblador o no se encuentran dentro del mercado nacional, limitándose tan solo a ser parte de programas sociales.
En ese sentido, las teorías económicas clásicas nos indican que una de las fallas del mercado es la llamada «asimetría de información». Esto quiere decir que existe una infinidad de potenciales mercados que sencillamente no se desarrollan por el desconocimiento de productos adecuados para el sector, tanto de parte de la oferta, como de la demanda. Y es una evidente realidad: no existe un mercado para productos y servicios energéticos en zonas rurales con tecnologías eficaces y a bajo costo. El caso de los sistemas pico-solares es un claro ejemplo de ello.
Pero, ¿por qué no hay una oferta para cubrir esta inminente demanda? Es necesario informar tanto a los pobladores sobre las alternativas de productos y servicios, como a los proveedores y emprendedores locales acerca de los potenciales consumidores. En otras palabras: hay que mostrar el negocio. Desde la cooperación, este será nuestro nuevo aporte, generar mercados para el desarrollo humano a través de productos energéticos. Todo esto, acompañado de un servicio técnico local que asegure la funcionalidad del producto en el tiempo.
En ese sentido, el mundo está a la espera de todos aquellos emprendedores listos para invertir en zonas rurales a través del sector energético, un campo con inmenso potencial y en donde las nuevas tecnologías juegan un rol decisivo para garantizar el cuidado del medio ambiente.
¿Cómo dar el primer paso? Es necesario identificar la demanda y promover un producto adecuado, adaptarlo, asegurar su mantenimiento y los puntos de venta. Visto en perspectiva, es un mercado que debe crearse paso a paso y a escala local, accesible a todos los pobladores.
Una manera de promocionar el producto es entregarlo directamente a las familias para que lo evalúen y de esa manera puedan adecuarlo al entorno. Asimismo, esta primera entrega será también un generador de demanda. Por ejemplo, en Yurilamas, una comunidad sin red eléctrica en la Región San Martín, fueron beneficiados 50 hogares con sistemas pico-fotovoltaicos y no pasó mucho tiempo antes de que pobladores de comunidades vecinas comenzaran a conocer sus beneficios y a querer comprarlos. Así, el poblador ya no espera recibir un producto como parte de un proyecto social, está realmente dispuesto a comprarlo, aunque signifique tener que pagarlo a plazos. Sin embargo, este paso representa solamente la promoción inicial. En realidad, el empuje definitivo llega cuando se crean las estructuras comerciales, cuando se identifican los puntos de venta adecuados y cuando se capacitan técnicos locales para el mantenimiento del producto o inclusive, su producción. Así, el rol de la cooperación recae tanto en la identificación y la promoción del servicio, como en la implementación de estructuras que permitan el desarrollo sostenible del nuevo mercado. De esa manera, nos convertimos en un actor que edifica el desarrollo a partir de la unión entre los dos polos de la oferta y la demanda. Somos tan sólo un catalizador para su desarrollo.
El problema de muchas comunidades no es necesariamente la falta de recursos económicos, sino la falta de una oferta adecuada. Es decir, productos que se encuentren en el mercado local, acompañados con programas de pago que vayan de acuerdo al nivel de ingresos. En ese sentido, si bien existen programas sociales que brindan apoyo económico a familias de bajos recursos, es indispensable conectarlas con una oferta adecuada.
Hoy, nuestra propuesta es hacer surgir estos mercados y mantenerlos en el tiempo a través de emprendedores locales. Sólo así pasaremos de las intervenciones aisladas a sembrar verdaderas semillas del desarrollo, dejando de lado el enfoque de atender beneficiarios, por la visión de generar proveedores responsables y clientes satisfechos. Sin embargo, grandes pasos requieren grandes actores. Por ello, es indispensable una alianza público-privada para el lanzamiento de una gama de productos y servicios energéticos para zonas rurales que multipliquen la creación de nuevos mercados.
Por Angel Verástegui Gubler Asesor de Energías Renovables Proyecto Energía, Desarrollo y Vida / GIZ – Perú
Revista Amaray en cooperación con Alemania en el Perú
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