Fotógrafo: Carlos Fiengo
Por: Vadik Barrón
Una de las festividades populares más importantes que se celebran en Bolivia es la Entrada Folklórica del Señor del Gran Poder, que se realizó este año el 25 de mayo en la ciudad de La Paz. Pero la fiesta no se limita al desfile de fraternidades (grupos de danza que funcionan como asociaciones culturales), el colorido de trajes y máscaras y la amena e intensa procesión callejera, sino que es la culminación de una festividad mayor.
Con raíces culturales sincréticas, el culto a la imagen del Señor del Gran Poder se inició a principios del siglo XX como un culto privado de los migrantes del altiplano. A partir de la construcción de la Iglesia del Rosario el Señor del Gran Poder pasó a ser patrón y protector del populoso barrio de El Ch’ijini, actual centro de comercio informal, y en unas décadas pasó de ser una manifestación marginal, limitada a los sectores sociales -y geográficos- populares hasta tomar el centro paceño y constituirse en parte de la identidad de la ciudad.
La fiesta evidencia además el ascenso económico de las familias de comerciantes y transportistas que ostentan su prosperidad con trajes bordados con hilos de oro, joyería y adornos lujosos, llegando a contar incluso con seguridad privada para salvaguardar dichas galas durante el recorrido y se reafirma cada año tomando las principales avenidas de la sede de gobierno boliviana incorporando cada vez más a las nuevas generaciones, la clase media y participantes extranjeros.
Las actividades de preparación se efectúan a lo largo de todo el año previo, principalmente en la confección de los fastuosos trajes (por los cuales se llega a pagar el equivalente a 10.000 dólares y se intensifica en los tres meses previos con ensayos de danza, la elección de la “Palla” del Gran Poder (la “Miss” o predilecta que es elegida cada año en una ceremonia) y el acondicionamiento del trayecto, hasta culminar con la Entrada del Señor del Gran Poder.
Color y movimiento
Más de 27.000 danzarines de 65 fraternidades participaron este año de la Entrada que serpentea por el centro de La Paz desde la Iglesia del Señor del Gran Poder hasta el Estadio Hernando Siles de Miraflores y en la que las diversas manifestaciones de las danzas folklóricas urbanas y las danzas originarias atraviesan durante toda la jornada el centro paceño y llenan de color y música las calles, donde se asientan graderías desde las que miles de asistentes bolivianos y extranjeros y acompañan la Entrada.
Uno de los atractivos más importantes de esta celebración son las danzas coreografiadas con ritmos bolivianos como la Morenada, los Caporales y el Tinku. En todas ellas destacan los trajes de los danzarines. A imagen y semejanza de lo que ocurre en la fiesta folklórica mayor de Bolivia, el Carnaval de Oruro, la Entrada del Gran Poder ha ido adquiriendo cada vez mayor influencia e identidad cultural propia, y los bordadores y mascareros compiten en originalidad y destreza año tras año.
Y el festejo no termina allí, sino que la gran parte de las fraternidades cierran la velada con fiestas privadas donde se baila hasta el amanecer, y a lo largo de toda la fiesta es imprescindible la presencia musical. Cada fraternidad (grupo de danzarines) contrata bandas de músicos que con instrumentos de bronce interpretan diversos ritmos y acompañan los seis kilómetros de recorrido, cada año las bandas se esfuerzan además por presentar logradas coreografías constituyéndose en un espectáculo aparte.
La fiesta genera también un enorme movimiento turístico y económico e involucra no solo a las fraternidades, bandas de música y asociaciones culturales, sino también al Gobierno Municipal de La Paz, a organizaciones barriales, de artesanos, la Policía Nacional, medios de comunicación privados y el Ministerio de Culturas. Es un fenómeno sociocultural que acontece durante quince horas continuas y que demandó una inversión económica de 10 millones de dólares este año, originando beneficios que se calculan en 53 millones de dólares.
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