Por: Jorge Abarca Pereda Existe en el ser humano la curiosidad por buscar respuestas que lleven a estar en armonía consigo mismo, con su familia y con la naturaleza. Normalmente la familia, el trabajo y el estrés hacen que uno aparte de sí mismo esa curiosidad para dar paso a cosas «concretas», «terrenales» y «objetivas». En mí esa llama nunca se apagó, al contrario, ese calor y esa fuerza me ha llevado por caminos que nunca hubiese imaginado. Uno de esos caminos es el que me llevó a conocer la comunidad quechua Q’ero1 y me hace muy feliz haberlo hecho.
Y es que, ¿tener un buen trabajo, una linda familia y gozar de ello es el último objetivo de mi vida? Esa ha sido siempre mi pregunta y honestamente aún no lo sé. Cada uno tiene y vive su propia verdad, además tiene la necesidad de estar en lo correcto y definitivamente lo está. Quizás el origen de tanta desgracia en el mundo es la discordia y el ego que nos impulsa a imponer nuestra verdad sobre otros. Es importante decir que no es mi intención pretender tener la razón e insinuar que mi camino sea el correcto, lo que funciona para mí puede ser dañino para otro y viceversa. Esta es solo mi experiencia y la historia de mi verdad que la vivo con tanta intensidad y pasión, tanto como mi corazón me lo permite.
Recuerdo una conversación con una mujer en Estocolmo el año 2010, charla muy interesante y bastante filosófica sobre la realidad que vivimos pero que no la percibimos con los sentidos comunes. Espiritualidad, chamanismo, experiencias sobre otra realidad, misterios que desafían a la razón y a lo ya conocido. Entonces esta amiga me recomendó leer a Alberto Villoldo sobre los Q’eros. Todo paso desapercibido hasta que por una casualidad me entere que algunos Q’eros venían a Estocolmo-Suecia para hacer Ceremonias «de pago a la tierra»2 para sanar nuestra Pachamama3 y hacer sanación a personas particulares. En ese entonces creía en las casualidades, pero después de estudiar brevemente a Carl Jung sobre la sincronicidad4 y sus trabajos sobre el Iching5, como también después de algunas experiencias personales, estoy seguro que la casualidad no existe. Ese encuentro y conversación no fue casual, tengo la seguridad que estaba escrito en los astros que acompañan mi camino por la vida o lo que llamamos astrología. Vivimos en un universo donde las matemáticas nos ayudan a comprenderlo y allí debe buscarse el secreto de la predicción. Existe una serie de probabilidades para escoger caminos y tomar decisiones en nuestra vida, eso dependiendo de nuestra libre voluntad, la cual nos ayuda a escogerlos. Pero en este universo estamos limitados por nuestro nivel de conciencia, tanto para crear en la vida como para influenciar los posibles resultados debido a nuestra libre elección. En su teoría de la sombra, Carl Jung decía: «Lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino”.
Hasta el día de hoy algunos Paqos6 Q’eros nos visitan en Estocolmo cada año. Aquella vez no había otra manera de verlos y conversar en privado con ellos sino reservando una sesión. Me tomó seis meses hacerlo. Conocí a don Alejandro, cuando entré a la habitación de un centro de sanidad sueco para una hora de sanación, lo vi sentado en el suelo a pesar de haber sillones en la habitación. Me preguntó a través de un traductor cual era mi problema, le respondí que sentía que tenía mucha energía pero ese fuego, esa energía me llevaba a hacer cosas que no me satisfacían por completo, entonces me dijo que iba a trabajar conmigo al nivel del subconsciente. Cuando terminó la sesión me dijo que mi problema radicaba en mi Solar Plexus Chakra y tercer Ojo Chakra; emociones, sentimientos e intelectualidad estaban completamente en desorden. Mi primera sorpresa fue que los Q’eros conozcan y trabajen con los Chakras. Los Q’eros son una comunidad que vivió escondida de la civilización en lugares de 4500 metros de altura durante un poco menos de 500 años (escaparon del exterminio a que fue sometido la familia Inca por los conquistadores). Fue «descubierta» recientemente, aproximadamente hace 50 o 60 años7. Yo sabía que los Chakras eran un conocimiento que solo existía en la India, el Tíbet y China. Me quede perplejo, me dijo cosas sobre mí mismo que me sorprendieron. Inmediatamente actué como cuando escucho el llamado de mi corazón, —quiero ir a visitarlo a su comunidad don Alejandro— le dije. Me invitó a su comunidad y dos meses después, en el mes de julio, llegué al Cusco. Don Alejandro me esperó junto a su hijo Justo, llegamos a la comunidad de Quico, me sorprendió el lugar donde está situado, no había lugar más perfecto para una comunidad de cerca 300 personas a 4500 metros de altura, rodeado de hermosas montañas donde fácilmente se podía encontrar agua. Un pueblo «bien» escondido en los andes. Supe que un sacerdote danés había vivido con ellos por cerca de 30 años e hizo mucho por la comunidad con ayuda de organizaciones gubernamentales de su país. Recientemente el gobierno peruano ha declarado patrimonio cultural del Perú esas comunidades (ya que son 4 o 5), ahora se trabaja construyendo un camino entre Quico y la autopista más cercana que lleva al Cusco y Madre de Dios. El acceso en auto sólo llegaba hasta cierto lugar, luego se tiene que caminar algo de cinco horas hasta llegar a la comunidad misma. Caminamos cargando productos y nuestra cocinita para poder vivir con ellos por una semana. Cuando llegué a la comunidad, el hijo de don Alejandro me hizo repetir la frase en quechua: «no robes, no mientas, no seas ocioso», replicando «de la misma manera contigo hermano», un saludo mutuo. Me enamoré, si se puede decir así, de esa comunidad, de su gente y sobre todo de sus niños, saludables y alegres. Los Q’eros son muy humildes, honestos y llenos de lo que se llama buen corazón. Pero yo había llegado con una intención: quería saber en qué radicaba su ciencia, qué podía hacer don Alejandro, qué significaba las sanaciones a nivel energético con los Chakras, ¿era real? obtuve la respuesta tres días antes de dejar la comunidad Quico luego para regresar al Cusco.
Cuando llegué a Quico era lunes, un profesor de la única escuelita que hay en la comunidad, vino a saludarme y darme la bienvenida, el miércoles volvió alarmado y me contó que una de sus colegas se había enfermado hace algunas semanas y su condición estaba empeorando drásticamente día a día. Volvió el jueves aún más preocupado, la profesora estaba empeorando críticamente, tenía dolores en los músculos de las piernas, le venía vértigos y el estómago se le contraía en especie de calambres, tenía dolor de cabeza, fiebre, deliraba y gritaba por las noches. El profesor me pidió medicinas, le regale todo lo que tenía en mi modesta bolsita de primeros auxilios. Me pidió que la llevase al Cusco, una alternativa era en caballo, habían intentado por muchos días conseguir ayuda desde la ciudad sin resultados. Parecía que la única posibilidad de salvarla era que yo la lleve en caballo hasta cierto punto donde un vehículo nos esperaría para llevarnos a la clínica más cercana. Me sentí incómodo pues le explique que en esas condiciones ella se podría morir en el camino, puesto que eran de tres a cuatro horas a caballo y con los calambres en el estómago y el dolor de piernas me parecía muy difícil creer que ella soportará el viaje. Aquella noche le conté lo sucedido a don Alejandro y dormí muy preocupado por una responsabilidad que sentí debía haber asumido. Al día siguiente don Alejandro me sugirió acompañarme a ver a la profesora. Fuimos a la escuela y la vi en pésimo estado, lloraba y se quejaba de dolores que eran imposibles de soportar, ya ni el sueño la calmaba porque tenía pesadillas debido a la fiebre. El profesor que me había dado la bienvenida tenía lágrimas en los ojos al igual que las demás profesoras. Una escena bastante triste y dramática. Don Alejandro nos pidió dejarlo solo con la profesora durante una hora y así lo hicimos. Al día siguiente, sábado por la tarde, alrededor de las 6 pm fui con don Alejandro a ver a la profesora, estaba en cama y se sentía mucho mejor, había podido conciliar el sueño y la fiebre había bajado considerablemente. Fue una tarde muy agradable, la pasamos conversando, tomando mate de coca y comiendo galletas. Mientras conversábamos, don Alejandro frotaba con sus manos el cuerpo de la enferma y siempre pedía con sus hojitas de Coca por la recuperación de la profesora. Luego hablé con todos los presentes sobre mis planes de cómo debíamos proceder al día siguiente para llevar a la profesora a caballo hacia el Cusco. Acordamos que al día siguiente yo regresaría a las 7am equipado para llevarla al Cusco. El domingo a las 6:30 am regresamos a la escuela con don Alejandro para comenzar los preparativos para nuestro viaje, vimos que había actividad en la cocina, una profesora muy contenta nos invitó a tomar desayuno, entramos a la cocina y la profesora que había estado mal y supuestamente debía venir conmigo al Cusco estaba preparando el desayuno. Como es típico en los andes, el desayuno parecía un almuerzo. Estaba sonriente y completamente restablecida, muy contenta de sentirse bien. Yo me quedé asombrado, no pude evitar unas lágrimas de alegría y de alivio, agradecimos a don Alejandro quien muy humildemente aceptaba nuestro agradecimiento pero que no quería atribuir nada extraordinario a lo que había hecho. Sentí algo muy diferente en mi corazón y en ningún momento traté de preguntar a don Alejandro (motivado por mi Ego) cómo es que lo había hecho. Sentí que, de algún modo, «comprendía» lo que había pasado y a la vez no era importante para mí traducirlo en palabras. Entendí que mi corazón había recibido la respuesta a muchas pregunta que tenía cuando fui a visitar a los Q’eros, me sentí bendecido y muy agradecido a lo divino por haberme dado esa oportunidad maravillosa de escuchar, confiar en mi corazón y sobre todo de conocer a los Q’eros. A partir de entonces voy cada año a visitarlos y los quiero tanto como ellos a mí, les llevo presentes y ayudo económicamente cuando puedo, les estoy eternamente agradecido por enseñarme a vivir de mejor manera, a sentir diferente y confiar con el corazón, en lo divino que somos. Cada día que estoy con ellos es una lección de vida para mí y no hay dinero ni ganancia material que pueda reemplazar el aprecio y gratitud que mi corazón siente hacia ellos.
1. Q’ero es una comunidad quechua en la Provincia de Paucartambo en el Departamento del Cusco en el Perú. 2. Ritual andino en el cual intervienen miembros de una comunidad para dar gracias por distintas cosas o hechos y también para pedir favores. 3. Pachamama significa ‘Madre Tierra’ 4. Término elegido por Carl Gustav Jung para aludir a «la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido pero de manera acausal» 5. Libro oracular chino cuyos primeros textos se suponen escritos hacia el 1200 a. C. Es uno de los Cinco Clásicos confucianos. 6. En Q’eros, a los Sacerdotes se les llama PAQOS 7. Ver trabajos de Dr. Oscar Núñez del Prado y Alberto Villoldo.
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