Por: Maximiliano Ochante Sauñe Según el pensamiento andino-amazónico, la naturaleza o la “pachamama” está relacionado de manera estrecha con los individuos y las deidades. Es un mundo vivo, holístico con el cual no solamente se dialoga y se mantiene relaciones armoniosas de equilibrio, de la buena crianza, sino también, cuando se transgrede uno de sus órganos, afecta necesariamente a la totalidad de su cuerpo.
Se sostiene, que en la cosmovisión amazónica existe una diversidad de mundos. El mundo acuático representado por Yacuruna madre del rio, protector de la fauna y flora acuática. El Mundo terrestre representado por Sachamama, espíritu de las plantas, algunas sumamente peligrosas cuando son manipuladas en la brujería. El Sacharuna, padre del bosque más conocido como Chullachaqui (pies desiguales), es el espíritu protector de la selva. El mundo del aire representado por el Tunchi que son los espíritus de personas muertas, estos aparecen durante la noche para bien o para mal. El Ayaymama, que cumple una función premonitoria sobre la vida humana, el Búho que avisa sobre la mala suerte. El mundo del cielo es representado por los espíritus sobrenaturales del sol, la luna, las estrellas, tormentas, rayos. Esa es la fuerza superior y creadora de la naturaleza.
Para el hombre andino-amazónico, todo en esta tierra (pacha) tienen vida, son personas: la piedra, la tierra, las plantas, el agua, el granizo, el viento, las enfermedades, el sol, la luna, las estrellas, son considerados como familia. Son seres dialogantes y reciprocantes; oran y se comunican de manera permanente. Por eso, sus relaciones y sus hierofanías se realizan dentro del marco de la complementariedad y la reciprocidad. En tal sentido, el despacho y la llamada “económica sacramental” es una ofrenda a la tierra a un dios y sus deidades andino-amazónicas. Es una forma de reciprocidad, de pedir favores a cambio de salud o prosperidad económica. El mes de agosto está considerado como el mes de la Pachamama, madre eterna que ofrece la vida, su fertilidad, que brinda alimentos y que sustentan a todos los seres del mundo. Ella tiene sus ciclos y tiempos, como el de recibir ofrendas, mediante despachos, ella siente hambre, le gusta la coca, el tabaco, las bebidas, los dulces entre otras. El despacho es una “invitación” que debe contener todo lo que le gusta a las deidades. En el segundo tiempo recibe la semilla y la germina, es pasiva, receptiva productora y generosa.
Ellos también están “sexuados” y la sexualidad penetra todos los campos de la realidad. A lo masculino corresponde el lado derecho con el sol, la estrella matutina, el día, el rayo, las cumbres, a lo femenino el lado izquierdo con la luna, la estrella vespertina, la noche, la nube, la pachamama. El lado izquierdo, en la cosmovisión andino-amazónico, es considerado negativo en base a ello se generan supersticiones, por ejemplo de considerar que una mujer estando embarazada duerme sobre el costado izquierdo, será mujer y si sobre el derecho varón. Cuando uno tiene malos sueños se debe escupir el zapato izquierdo y el derecho cuando son buenos. La derecha está asociada a lo positivo a lo privilegiado.
De la misma forma, las plantas, las piedras, los fenómenos de la naturaleza también están sexuados. Hay plantas hembra con hermosas flores y plantas macho sin flores. Mucho de ello tienen propiedades curativas y se recolectan en base a los opuestos. Para generar vida se recolecta desde el este y por la mañana, con el nacimiento del sol y las plantas generadoras de la muerte desde el oeste opuesto al sol, con la muerte. Las plantas pueden ser consideradas como “plantas maestras” que, a través de la toma de los alucinógenos, enseñan el arte de curar o de hechizar.
Así mismo existen “plantas soldado” como el Aya Uma (cabeza de difunto) que tiene espada y camina con su chicote y sus botas negras. El Aya Uma es médico, cura al paciente, pero también castiga a los espíritus malignos. El Palmiche, tiene múltiples propiedades medicinales, lo conocen con el nombre de “sambu runa” (hombre negro), nos dicen es moreno, soldado torturador, camina con su chicote y a los malos espíritus los agarra a chicotazos. La Itininga, es el garrote que se utiliza contra el diablo, solo con esta planta se le puede alejar.
De las lluvias también existen machos y hembras. La precipitación fina, persistente que por horas cae es lluvia hembra y lo que cae en forma torrencial y momentánea es macho. Hay nubes mujeres y varones, papas de la misma manera, piedras varones y mujeres, cerros mujeres, etc. Los indígenas de la amazonia peruana consideran que la vida está inscrita en una suerte de “remolino”, en la que en determinado momento pueden estar en la esfera humana y luego pasar a la esfera natural, del monte, en la que uno se siente parte de la naturaleza y parte del universo. Este tránsito se realiza con la ayuda de los shamanes y las plantas maestras, para lo que se requiere una etapa de preparación, de ayuno, dietas prolongadas para no tener “impurezas en el alma”, condición indispensable no solamente para dialogar con el monte, sino que permite realizar expediciones de caza, recolección y pesca de manera exitosa.
La caza, en la cosmovisión amazónica es una actividad por excelencia masculina y el éxito depende de la purificación del cazador y sus medios de trabajo de la contaminación proveniente del lado femenino y el bosque. Por eso, de purificarse el cazador, tiene que purificar las armas de caza, como la flecha con el denominado “ ivenki” para que no salga desviada. El cazador indígena no depreda toda la fauna terrestre en forma irresponsable. Además muchos animales no son considerados alimentos por ser mensajeros de las divinidades y otros no son cazados por ser impuros por sus hábitos de alimentación.
Finalmente la población indígena de la amazonia peruana, divide las estaciones del año de acuerdo al factor hidrológico de las crecientes y vaciantes de los ríos. El cambio de estación es explicado a través de los indicadores florísticos y faunísticos que le permite realizar sus actividades económicas. En la estación seca hay abundancia de caza y pesca, mientras en la estación de lluvia la caza no se practica. La chichara por ejemplo, es un indicador climático de que ya no es buena época para la siembra del maní. En tiempo de cacería, el indicador climático es la floración del árbol de palo balsa, donde el armadillo engorda, cuando florece el árbol ojé es la época de la gestación del venado, etc. De la misma manera existen aves consejeras de una “buena caza” o “mala caza”. En la cosmovisión de los Arakmbut si el pájaro pikwan dice “kiss kiss” habrá una buena caza, pero si dice “pikwan” será pobre. Si el pájaro llamado sipin dice “sipin sipen” habrá mala caza y si canta “ke” “yo ke” “yo” entonces tendrán buena suerte. Si éste dice “sho sho” uno debe prepararse para un desastre. Muchos de los “indicadores climáticos”, se conocen a través de las “señas” que pueden ser de carácter individual, pero su interpretación puede ser comunal en base al pasado y las predicciones futuras de las señas.
En fin, lo que prístinamente acuñara el filósofo Wilhelm Dilthey, en la actualidad con el proceso de globalización neoliberal viene sufriendo procesos de sincretismo, de adquisición de algo nuevo, de desasimiento o conservación de algo viejo, tal y como lo planteara el gran maestro Efraín Morote Best.
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