Ganada la batalla final y como tal la guerra, se toma el poder, los vencidos, si no han perdido la vida, pierden sus privilegios. Eso sabemos desde los albores de la humanidad, desde que existe lucha de clases. Así nos inculcan en la historia, en los colegios.
El 28 de julio celebraremos un año más de la Independencia peruana del yugo español. La Independencia del Perú se selló con las armas, en los hechos, en la cruenta batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824. Esa tarde los vencidos, arrinconados en las alturas del cerro Condorcunca, esperaban temblorosos que los vencedores suban la cuesta y los rematen a espada limpia. Esperan y esperan, la muerte no llega; cuán grande será su sorpresa al ver subir al emisario de Sucre para proponerles una capitulación honorable, se quedaron mudos. Se firma el acta de Capitulación que consta de 18 artículos. Todo tratado no hace otra cosa que refrendar la realidad. La Capitulación nos dice otra cosa. Las estipulaciones referentes a los españoles y los colaboracionistas con los coloniales, comprenden los siguientes puntos:
1.- los españoles podían irse a España con pasajes pagados por el Perú 2.- sus propiedades serían respetadas 3.- las deudas contraídas por el virrey para solventar las guerras contra la Independencia sudamericana serían cubiertas por el Estado Peruano 4.- ningún colaboracionista sería molestado en el Perú 5.- los soldados del ejército colonial que quisieran enrolarse en las filas independientes serían admitidos en su mismo grado y antigüedad 6.- los funcionarios y empleados virreinales tenían derecho a conservar su cargo y funciones 7.- los españoles que optaran por quedarse en el Perú, serían respetados en todos sus derechos como si fueran nacionales 8.- todos los jefes y oficiales de ejército enemigo tenían derecho a usar sus uniformes y espada y a contar con criados y asistentes 9.- las deudas ocasionadas por las guerras de la Independencia las asumiría íntegramente el Perú.
La batalla de Ayacucho la ganaron las gentes humildes, pero por obra de la Capitulación, los beneficiarios de sus resultados fueron nada menos que los derrotados: la Capitulación convirtió a los vencidos en vencedores. Al volver a España, los jefes del ejército colonial debieron presentar varios informes dedicados a explicar, y en todo caso, a justificar su conducta política y militar en estas tierras. Tales informes era imperioso hacerlos porque con el Perú se había perdido todo el mundo colonial sudamericano y en España había ansiedad por saber cómo es que eso había sucedido. De todos los informes destacan el que redactó para su rey, Jerónimo Valdés, bajo el título de “Exposición que dirige al Rey Fernando VII el mariscal de campo don Jerónimo Valdés sobre las causas que motivaron la pérdida del Perú”. Este documento es notable porque esclarece tanto la derrota de los coloniales en las guerras por la Independencia del Perú, como la propia conducta de la camarilla que rodeó a La Serna en los días que acá ejerció el cargo de virrey.
Varios puntos son tratados en ese informe. Es de gran importancia remarcar, por su trascendencia, el que se refiere a los términos de la Capitulación de Ayacucho. Como es sabido, cuando los jefes coloniales se hallaban derrotados y solitarios en la cima del cerro Cordorcunca, Sucre les ofreció una Capitulación que era innecesaria para la república y que beneficiaba únicamente a los vencidos. Dado que el virrey había caído prisionero, su camarilla la pasaron a comandar Canterac y Valdés, quienes con los demás oficiales generales hispánicos decidieron aceptar la propuesta del mando independiente, con el resultado que se firmó tal documento, por el que se daban dos ventajas básicas a los coloniales: la primera fue que las deudas contraídas por los virreyes de Lima para combatir a los movimientos libertarios de América se convino que serían asumidas por la república, y la segunda fue que todos los oficiales que sirvieron en las filas enemigas serían admitidos en el ejército independiente con su misma antigüedad y grado, del mismo modo que todos los antiguos colonialistas y criollos comprometidos con el régimen virreinal serían respetados en sus fueros y cargos.
Que esto iba en beneficio de la causa colonial y era dañina para la república, lo señala explícitamente Valdés en su exposición al rey cuando dice que: “En los artículos de la capitulación no consultamos más que los mejores servicios de V.M.; así, con obtener que los oficiales que quisiesen quedarse entre los enemigos fuesen recibidos con sus mismos empleos, creímos haber conseguido una no pequeña ventaja”. Luego añade: “Nunca juzgamos que la madre patria dejaría de hacer nuevos esfuerzos por reconquistar aquel país, y nos pareció que con aquella medida dejábamos una semilla en el Perú que podría dar algún día frutos abundantes”. Los capitulados de Ayacucho quedaron aquí con todos sus viejos privilegios y eso, según Valdés, era como dejar, “una semilla en el Perú que podría dar algún día frutos abundantes”, en beneficio del colonialismo hispánico. El hecho histórico es que España nunca más pudo volver a reconquistar estas tierras, pero la “semilla” maldita dejada por los coloniales dio frutos abundantes desde los inicios de nuestra vida republicana, siempre en contra del país. Esa “semilla” permanentemente representó lo antinacional, hasta ahora; siempre se inclinó por los poderes externos imperialistas, del mismo modo que indefectiblemente se esforzó con todas sus energías por aplastar nuestra nacionalidad, imponiéndonos formas culturales extrañas a través de nuestra vida republicana. Un verdadero peruano no celebra esa Independencia.
REFERENCIA BIBLIOGRAFICA Virgilio Roel “Historia del Perú en el siglo XIX”
Por: C²
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